lunes, 4 de diciembre de 2017

EL TEATRO Y SUS BENEFICIOS


En clase nos propusieron elegir un artículo educativo que nos llamara la atención y el mío fue el siguiente:  

file:///C:/Users/Patricia/AppData/Local/Packages/Microsoft.MicrosoftEdge_8wekyb3d8bbwe/TempState/Downloads/Dialnet-ComunicacionYTeatroElJuegoTeatralComoHerramientaPa-4688228.pdf

En este documento se habla de las ventajas de realizar actividades dramáticas con niños para resolver diferentes problemas, como pueden ser la disemia o coloquialmente conocida como tartamudez y el desarrollo socio-afectivo de los pequeños. 
Se estudia cómo el teatro es capaz de mejorar las capacidades lingüísticas de los alumnos a través de juegos de cooperación. 

A nivel personal creo que el teatro es una de las actividades más completas que existen. 
A raíz de la lectura de este artículo me surgió la idea de crear una mini obra de teatro en la que se mezcle, por una parte la tartamudez y la dificultad a la hora de relacionarse con otras personas, junto con los valores morales. 

El texto se titula: UN MUNDO AL REVÉS.


Bienvenidos al teatro al revés, donde nada es como tú crees.


Os presento a Arturo, el príncipe inseguro y a Aguda la princesa tartamuda.


Érase una vez, en un país muy muy cercano, un príncipe bajito y rechonchito. Su padre murió cuando él era sólo un niño, y fue por eso por lo que Arturo se debía convertir en el nuevo Rey de aquel pequeño reino. Pero había un gran problema, no podía convertirse en su majestad hasta que no se casara con una bella y esbelta dama.


Arturo, el príncipe inseguro, no era como los demás príncipes. Temía a los dragones, no tenía un caballo robusto y veloz y odiaba el color azul. Pensó, que jamás encontraría a una princesa que quisiera ser la reina de su humilde morada, por lo que decidió esperar tumbado en la cama, hasta que amaneciera un nuevo mañana.


La princesa tartamuda estaba encerrada en unas viejas y profundas mazmorras. Sus padres la escondieron ahí, para que nadie la escuchara hablar, ya que todos los ciudadanos del reino se reían de su problema. Aguda, nunca más volvió a hablar porque ningún niño quería jugar con ella. Era valiente y guerrera. No le gustaba el color rosa. Cubría sus pies con fuertes botas, para poder saltar y brincar sobre las hojas.


Un día de frío invierno, un rayito de luz apareció entre las rejas de su pequeña prisión . Aguda, que estaba sentada en un escondido rincón, siguió con la mirada la luz que entraba desde una alta ventana. Agarró sus manos a los barrotes que la mantenían encerrada y empezó a saltar como una rana. Casi tocaba la ventana. Continuó saltando y saltando hasta que de pronto llegó a la superficie como un relámpago.


¡No se lo podía creer! ¡Era libre de nuevo!


Se puso a correr, veloz como un guepardo. Saltó en los charcos, llenándose de barro. Buceó en el río, a pesar del frío. Trepó los árboles más altos que encontró. Luchó con dragones y no dejó de reír a borbotones. Pero de pronto algo ocurrió.


¿Qué escuchó? Alguien lloraba. Pero, ¿de dónde venía aquel sonido?


Buscó y buscó, y esto fue lo que encontró. Un castillo medio derruido.


Sin pensarlo ni un segundo, la princesa Aguda, derribó la puerta y subió por las escaleras hasta llegar a la torre más alta del lugar. Escuchaba a un niño llorar.


¡Oh no! La puerta no se abría. Aguda, gritó y gritó hasta que al pequeño rey despertó. Fue tal el estruendo, que Arturo cayó patas arriba y cuando Aguda, como un torbellino entró en la habitación, vio que alguien bajo la cama se escondía. Se arrodilló e intentó convencerle para que abandonara su escondite, pero Arturo en su actitud persistía. Aguda, cansada y abatida, quedó en el suelo profundamente dormida.


De pronto, apareció el hada madrina, sin su varita y sin vestido de purpurina, tan solo cubierta con una larga gabardina.


La humareda les despertó. A ninguno ayudó. Únicamente les recordó, que cada uno es como es, en cualquier mundo y en el mundo al revés.


Y colorín colorado, este cuento nunca ha terminado, ni la princesa ni el príncipe se han besado, sólo se han aceptado.


5 PANES DE CEBADA


Tras realizar la lectura del libro "5 PANES DE CEBADA", cuya autora es Lucía Baquedano (autora contemporánea), y antes de realizar un breve resumen de la historia, debo confesar que me ha resultado un libro ágil de leer, muy ameno y sobre todo, del que he extraído una clara moraleja: las malas impresiones pueden acabar siendo los mejores lugares. 

En el libro se narra la historia de una joven maestra. La protagonista es destinada a un pequeño pueblo del Pirineo Navarro. Al principio no se muestra conforme ni con el lugar ni con la gente de éste. 
Encontramos así, a una chica de ciudad sumergida en el silencio del campo y de sus gentes, alejada de todo aquello a lo que la ciudad le ofrecía. Detestaba todo aquel ambiente, incluyendo la escuela donde debía enseñar. Poco a poco, a medida que el tiempo pasaba, Muriel (que así se llamaba) fue adaptándose a ese nuevo reto y acabar disfrutando de dicha experiencia.

Debo confesar que el libro en sí me ha gustado, he extraído de él varias cosas que me han hecho reflexión aunque me quedo con una en especial, ya que me identifico de alguna manera con ese momento. En un momento concreto de la historia, aparece una alumna desmotivada y sin ganas de continuar estudiando. Muriel, consigue con dedicación y tiempo que ésta no abandone los estudios. Creo que en ese momento, la protagonista comienza a encontrar su sitio en aquel perdido pueblo del norte. 

Es una lectura que recomendaría sin dudarlo a otros compañeros, ya que muestra claramente una situación que a más de uno seguro que le ha ocurrido y que seguro que seguirá ocurriendo. 

ESFUERZO Y RESPETO.


   Los valores se pueden trabajar en aula a través de dinámicas. Éstas se pueden realizar mediante canciones o cuentos, por ejemplo. 
  He elegido la siguiente canción en la que se refleja el valor de tolerar y respetar. Cuenta la historia de un chico que se enamora de una chica de una raza diferente. Destacando así, la importancia de la igualdad entre las diferentes culturas, razas y personas. 



   Otro de los valores que a mi parecer es fundamental tanto a nivel personal como académico, es el esfuerzo. En edades tempranas es uno de los valores más difícil de interiorizar ya que los pequeños suelen preferir la realización de actividades y recompensas a corto plazo. 
El esfuerzo y la importancia de éste se ve claramente reflejado en un cuento popular y conocido por todos: Los tres cerditos. 



domingo, 3 de diciembre de 2017

DÍA DEL VALOR




El pasado 30 de noviembre, celebramos el día del valor. La actividad arrancó con una invitación en la que se hacía especial hincapié en la participación, disfrute y aprendizaje de todos. Al ritmo de canciones conocidas y cuentos infantiles, pusimos de manifiesto la importancia de los valores, tanto en nuestra futura profesión como para cada uno de nosotros como personas. La actividad finalizó con un vídeo en el que se reflejaba de nuevo la necesidad de educar en valores, empezando por los niños.




  Después de la visualización de dicho vídeo, leí a todos mis compañeros un texto que escribí, el cual también quiero compartir aquí:



El mundo gira, no se detiene y nosotros con él. Vivimos rodeados de caos, ruido, enfermedades, catástrofes y sobre todo, barreras.

Hace unos días la gran mayoría de nosotros se apelotonaba en las puertas de los centros comerciales, esperaba horas de pie en filas de gente interminables, gastaba sus sueldos y arrasaba con todo aquello que no necesitaba, sólo porque era el Black Friday y podíamos encontrar grandes ofertas. En pocas semanas llega la Navidad, esa fecha marcada en el calendario, que ya ha perdido su valor. Volveremos a correr en busca del mejor regalo, el más grande y caro. Nos sentaremos en una mesa infinita para manchar nuestras manos de marisco y luciremos nuestras mejores galas el último día del año. Pero, ¿dónde queda la verdadera magia de la Navidad? Pasear por el centro de la ciudad, chocando codos con gente desconocida, disfrutando del olor a castañas, cerrar los ojos y sentir cómo la piel se riza al escuchar aquellos villancicos que cantábamos de niños, los gorros y los jerséis de renos, la carta a sus majestades los reyes de oriente, el calor del hogar lleno de gente, los caramelos volando la víspera del día 6, los deseos.

Muchos pensaréis que ya no somos niños y que por eso no sentimos la magia igual. Es cierto. Hemos crecido y nuestras prioridades han cambiado, pero no deberíamos olvidarnos del verdadero valor de las cosas.

Dicen que en los pequeños detalles, se encuentra la esencia de lo grande, y así es.

Vivimos en un mundo al que le faltan más ganas, más interés, más sonrisas por la mañana. Falta un poquito más de vida, falta humildad, fe en lo imposible. Ganas de luchar. Sobra chulería y sobran malas caras. Sobra desnivel de egos. Sobra sentido del ridículo.

Estamos en un mundo que tiene más ganas de mentir que de querer, que tiene más miedos que sueños. Que lucha sin fe y sin fuerza. Somos un mundo de energía perdida en lo irrelevante. A veces, generalizar es lo peor que podemos hacer. Por eso, hoy pienso, muy fuerte y muy alto en toda la gente que lucha, que coge trenes y los suelta, que siente miedo y llora, pero que jamás se rinde, que pasa un mal momento y se fortalece, que nunca deja de sonreír y ayudar. Y es por eso por lo que nosotros somos afortunados. Tenemos en nuestras manos el poder de cambiar este mundo, por poco que sea. Si seguimos creciendo, enriqueciéndonos con cada mínimo gesto del de al lado, si estamos dispuestos a dar, a compartir y ayudar. Si dejamos en un segundo plano el miedo a perder y arriesgamos, innovamos y creamos. Si aprendemos a conocernos a nivel personal e individual y lo complementamos con saber ser empáticos. Si dejamos el egoísmo, los prejuicios y las etiquetas. Si respetamos y entendemos.

Si nos unimos, tenemos la oportunidad de aportar ese pequeño y a la vez, gran granito de arena a este mundo. Empezando por nosotros, siguiendo con el de al lado y continuando, en un futuro no muy lejano, con cada niño al que tengamos la suerte de conocer, enseñándole a valorar.

Recordad, cada uno de nosotros formamos parte de esas personas, que hacen de lo difícil una verdadera PASIÓN.

Aprendamos y enseñemos a ser, pero sobre todo, SEAMOS.


                                                


Para finalizar el día, cada uno de nosotros pegó en una bola del mundo dibujada, su muñeco, reflejando así la UNIÓN. Además, cada compañero escribió en un papel un mensaje en el que debía aparecer qué podía ofrecer al resto de la clase. Cada uno echó su papel un cofre de los deseos. El día terminó con la lectura en voz alta de cada uno de los deseos, quedando así patente el valor de respeto, cooperación, unión, no egoísmo y sobre todo EQUIPO.



 

SIENDO


   Este texto surge tras la realización del día del valor, celebrado el 30 de noviembre. Se trata de una reflexión personal. Con este texto quiero reflejar la importancia de ser uno mismo.

Pleno invierno. Días de esos en los que el aire corta la cara, sonroja mejillas y golpea dientes en cada bocanada. Nada de eso importa hoy. Ahí está él, sintiéndose cumbre, helada, sin miedo al huracán. Protegido con su armadura de colores. Le protege los huesos y le cubre la piel. Libre. Salta entre las rocas como aquel niño pequeño que intentaba no tocar las líneas negras en los pasos de cebra mientras cruzaba la calle. Se para en cada piedra que pisa, estira los brazos y deja que cuelguen. No quiere perderse nada de eso que le rodea en cada pestañeo. Y después de divisarlo todo, antes de preparar el siguiente salto, cierra los ojos. Fuerte. Mezclando unas pestañas con otras. Respira, sin miedo al huracán. 
Cielo. Cielo encapotado, rugiendo, compitiendo con el sonido del mal. Gris, esponjoso, repleto de lágrimas. 
Oscureciendo. Dejando una fina línea de luz angelical resbalar y perderse entre las olas. Y ahí sigue él, sintiéndose cumbre, helada, sin miedo al tsunami. Se descalza y camina sobre el hielo del agua, dejando que sus pies sean atacados por esas pequeñas piedras que cubren la orilla del mar. Ya no siente el rugir del cielo, ni su cara cortada por ese viento feroz. Se siente centro, ombligo. Siendo observado por las olas, que una y otra vez vuelven a él. Siendo jarrón, llenándose de lágrimas que caen de arriba. Siendo eco y silencio. Sin armadura, viendo florecer su piel de colores, pintada. Viendo fortalecer sus huesos, sin necesidad de ayuda. Ahí está, sintiendo su ser, su palpitar interior, el ritmo del tiempo. Siendo. Sin abrir los ojos, sin sujetar sus brazos. Siendo. Sin miedo a nada.
Ahí está él, fundiendo el cielo y el mar.