Después de la visualización de dicho vídeo, leí a todos mis compañeros un texto que escribí, el cual también quiero compartir aquí:
El mundo gira, no se detiene y nosotros con él. Vivimos
rodeados de caos, ruido, enfermedades, catástrofes y sobre todo, barreras.
Hace unos días la gran mayoría de nosotros se apelotonaba en
las puertas de los centros comerciales, esperaba horas de pie en filas de gente
interminables, gastaba sus sueldos y arrasaba con todo aquello que no
necesitaba, sólo porque era el Black Friday y podíamos encontrar grandes
ofertas. En pocas semanas llega la Navidad, esa fecha marcada en el calendario,
que ya ha perdido su valor. Volveremos a correr en busca del mejor regalo, el
más grande y caro. Nos sentaremos en una mesa infinita para manchar nuestras
manos de marisco y luciremos nuestras mejores galas el último día del año.
Pero, ¿dónde queda la verdadera magia de la Navidad? Pasear por el centro de la
ciudad, chocando codos con gente desconocida, disfrutando del olor a castañas,
cerrar los ojos y sentir cómo la piel se riza al escuchar aquellos villancicos
que cantábamos de niños, los gorros y los jerséis de renos, la carta a sus
majestades los reyes de oriente, el calor del hogar lleno de gente, los
caramelos volando la víspera del día 6, los deseos.
Muchos pensaréis que ya no somos niños y que por eso no
sentimos la magia igual. Es cierto. Hemos crecido y nuestras prioridades han
cambiado, pero no deberíamos olvidarnos del verdadero valor de las cosas.
Dicen que en los pequeños detalles, se encuentra la esencia
de lo grande, y así es.
Vivimos en un mundo al que le faltan más ganas, más interés,
más sonrisas por la mañana. Falta un poquito más de vida, falta humildad, fe en
lo imposible. Ganas de luchar. Sobra chulería y sobran malas caras. Sobra
desnivel de egos. Sobra sentido del ridículo.
Estamos en un mundo que tiene más ganas de mentir que de
querer, que tiene más miedos que sueños. Que lucha sin fe y sin fuerza. Somos
un mundo de energía perdida en lo irrelevante. A veces, generalizar es lo peor
que podemos hacer. Por eso, hoy pienso, muy fuerte y muy alto en toda la gente
que lucha, que coge trenes y los suelta, que siente miedo y llora, pero que
jamás se rinde, que pasa un mal momento y se fortalece, que nunca deja de sonreír
y ayudar. Y es por eso por lo que nosotros somos afortunados. Tenemos en
nuestras manos el poder de cambiar este mundo, por poco que sea. Si seguimos
creciendo, enriqueciéndonos con cada mínimo gesto del de al lado, si estamos
dispuestos a dar, a compartir y ayudar. Si dejamos en un segundo plano el miedo
a perder y arriesgamos, innovamos y creamos. Si aprendemos a conocernos a nivel
personal e individual y lo complementamos con saber ser empáticos. Si dejamos
el egoísmo, los prejuicios y las etiquetas. Si respetamos y entendemos.
Si nos unimos, tenemos la oportunidad de aportar ese pequeño
y a la vez, gran granito de arena a este mundo. Empezando por nosotros, siguiendo
con el de al lado y continuando, en un futuro no muy lejano, con cada niño al
que tengamos la suerte de conocer, enseñándole a valorar.
Recordad, cada uno de nosotros formamos parte de esas
personas, que hacen de lo difícil una verdadera PASIÓN.
Aprendamos y enseñemos a ser, pero sobre todo, SEAMOS.
Para finalizar el día, cada uno de nosotros pegó en una bola del mundo dibujada, su muñeco, reflejando así la UNIÓN. Además, cada compañero escribió en un papel un mensaje en el que debía aparecer qué podía ofrecer al resto de la clase. Cada uno echó su papel un cofre de los deseos. El día terminó con la lectura en voz alta de cada uno de los deseos, quedando así patente el valor de respeto, cooperación, unión, no egoísmo y sobre todo EQUIPO.

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