En clase nos propusieron elegir un artículo educativo que nos llamara la atención y el mío fue el siguiente:
file:///C:/Users/Patricia/AppData/Local/Packages/Microsoft.MicrosoftEdge_8wekyb3d8bbwe/TempState/Downloads/Dialnet-ComunicacionYTeatroElJuegoTeatralComoHerramientaPa-4688228.pdf
Se estudia cómo el teatro es capaz de mejorar las capacidades lingüísticas de los alumnos a través de juegos de cooperación.
A nivel personal creo que el teatro es una de las actividades más completas que existen.
A raíz de la lectura de este artículo me surgió la idea de crear una mini obra de teatro en la que se mezcle, por una parte la tartamudez y la dificultad a la hora de relacionarse con otras personas, junto con los valores morales.
El texto se titula: UN MUNDO AL REVÉS.
Bienvenidos al teatro al revés, donde nada es como tú crees.
Os presento a Arturo, el príncipe inseguro y a Aguda la
princesa tartamuda.
Érase una vez, en un país muy muy cercano, un príncipe
bajito y rechonchito. Su padre murió cuando él era sólo un niño, y fue por eso
por lo que Arturo se debía convertir en el nuevo Rey de aquel pequeño reino.
Pero había un gran problema, no podía convertirse en su majestad hasta que no
se casara con una bella y esbelta dama.
Arturo, el príncipe inseguro, no era como los demás
príncipes. Temía a los dragones, no tenía un caballo robusto y veloz y odiaba
el color azul. Pensó, que jamás encontraría a una princesa que quisiera ser la
reina de su humilde morada, por lo que decidió esperar tumbado en la cama,
hasta que amaneciera un nuevo mañana.
La princesa tartamuda estaba encerrada en unas viejas y
profundas mazmorras. Sus padres la escondieron ahí, para que nadie la escuchara
hablar, ya que todos los ciudadanos del reino se reían de su problema. Aguda,
nunca más volvió a hablar porque ningún niño quería jugar con ella. Era
valiente y guerrera. No le gustaba el color rosa. Cubría sus pies con fuertes
botas, para poder saltar y brincar sobre las hojas.
Un día de frío invierno, un rayito de luz apareció entre las
rejas de su pequeña prisión . Aguda, que estaba sentada en un escondido rincón,
siguió con la mirada la luz que entraba desde una alta ventana. Agarró sus
manos a los barrotes que la mantenían encerrada y empezó a saltar como una
rana. Casi tocaba la ventana. Continuó saltando y saltando hasta que de pronto llegó
a la superficie como un relámpago.
¡No se lo podía creer! ¡Era libre de nuevo!
Se puso a correr, veloz como un guepardo. Saltó en los
charcos, llenándose de barro. Buceó en el río, a pesar del frío. Trepó los
árboles más altos que encontró. Luchó con dragones y no dejó de reír a
borbotones. Pero de pronto algo ocurrió.
¿Qué escuchó? Alguien lloraba. Pero, ¿de dónde venía aquel
sonido?
Buscó y buscó, y esto fue lo que encontró. Un castillo medio
derruido.
Sin pensarlo ni un segundo, la princesa Aguda, derribó la
puerta y subió por las escaleras hasta llegar a la torre más alta del lugar.
Escuchaba a un niño llorar.
¡Oh no! La puerta no se abría. Aguda, gritó y gritó hasta
que al pequeño rey despertó. Fue tal el estruendo, que Arturo cayó patas arriba
y cuando Aguda, como un torbellino entró en la habitación, vio que alguien bajo
la cama se escondía. Se arrodilló e intentó convencerle para que abandonara su
escondite, pero Arturo en su actitud persistía. Aguda, cansada y abatida, quedó
en el suelo profundamente dormida.
De pronto, apareció el hada madrina, sin su varita y sin
vestido de purpurina, tan solo cubierta con una larga gabardina.
La humareda les despertó. A ninguno ayudó. Únicamente les
recordó, que cada uno es como es, en cualquier mundo y en el mundo al revés.
Y colorín colorado, este cuento nunca ha terminado, ni la
princesa ni el príncipe se han besado, sólo se han aceptado.















